viernes, 5 de septiembre de 2008

5. El ruso y su dulce

Yo me encontraba enfrente de el, viéndolo cara a cara. Su cara era fuerte y su quijada parecía que te podría haber comido si viviera. El era güero, su pero corte militar, viéndome como si fuera su presa. Pero yo me mantuve firme, agarre mi pistola con mas rabia y furia, se la puege a su estomago. Oh si, traía una pistola. Lo mire, no parpadeé. “Camarada, te tendrás que tatuar un dulce de leche. Lo siento, ordenes de el jefe.” Me lo negó, obviamente no le convenía. Moví mi pistola con rapideza y le perfore otro ombligo en el brazo. “Esta bien! Lo hare!” Exclamo.

Finalmente nos encontramos en la tienda de tatuajes, su brazo sangrando y su mirada derrotada. Gane, y un dulce de leche tendrá. Oh si, en su pene.

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